viernes, 22 de mayo de 2015

Cómodos cuestionamientos


De manera regular, algunx estudiante estalla con preguntas a las cuales me encantaría dedicarles buena parte del día, sentadxs bajo tantos árboles a quien nadie hace caso –tal vez recolectar unas moras que pasan desapercibidas aplastadas por nuestros pies que siempre van a prisa–. Y de la nada, mientras estábamos en un discurso sobre el choro y la contradicción del desarrollo sustentable, su pregunta se hizo presente: Oye Xóchitl, si no dieras clases, ¿a qué otra cosa te hubiera gustado dedicarte?1 Justo hoy, la pregunta se hizo presente por segunda ocasión –evidenciando que estoy en blanco para responderle–. Entonces, heme aquí dándole vueltas a la profundidad del cuestionamiento en mi existencia.

¿A qué me dedicaría en otros mundos posibles? Ni idea. Lo sigo pensando. Había probado la onda de las clases de manera emergente, amateur y como un modo de compartir el tiempo y discusiones con las personas. Gradualmente noté que todo fluía y terminé por toparme con esas cosas a las que llaman “vocación”. Todo entró en pausa por dedicación a otras cuestiones academicoidas, algunas abstractas e inentendibles, otras pequeñas pero muy valiosas (las cuales guardo en mi corazón con mucha alegría) y la mayor parte, como casi todo lo aprendido por mí, en la amnesia rotunda.

En fin, aceptando con gusto que a diario me hago más facha, amante del de-constructivismo, la deseducación, la improvisación, la autocomplacencia, entusiasta de la danza y la cocina... Pero metiéndole jugo y desvelos a hilvanar buenos ratos con lxs estudiantes, a quienes agradezco cada momento práctico que manda demonio el enajenamiento en el limitante, opresor y sobre todo, adoctrinante mundo de las ideas.2

Pese a la tristeza de nuestro sistema educativo, la chafez y popularidad de las peroratas cada día más obligatorias sobre desarrollo, progreso, líderes, emprendedorxs, éxito… a las categorías que refuerzan ver y explotar al mundo en la analepsis del consumo devastador y la falsa felicidad acumulativa. A la mutilación del estudiantado en fragmentos y competencias, donde deshumanizar es la regla, el fin justifica los medios. No importa cómo sean conducidxs a los lugares comunes del triunfo, las cifras sólo quieren nutrirse y mostrar estadísticas productivas, acreditación de exámenes, pagos por eventos, es decir, grados y papeles que sustentan nuestra supuesta eficiencia.

Aunque las condiciones capitalistas tecnócratas de mierda hagan de la docencia una instanciación neo-esclavista de entre (muchísimas) cuestiones laborales, en las cuales somos desechables, firmando seudo-contratos bajo convenios humillantes, que en cada paso y negación de derechos laborales te recuerdan cómo no importamos de las formas más diversas y cínicas; todo y más sumado a la necesidad melancólica y contradictoria que se mezcla en las fechas de pago. Lxs monstruxs nos escupen en la cara, se mantienen y regodean en el exceso, pisoteando nuestra dignidad, exigiendo vertical y unilateralmente, declarando su posición de autoridad bajo los absurdos más increíbles. ¿Por qué la ilusión me ayuda a resistir en estos campos donde la educación es uno entre tantos grandes negocios?

Porque entre todo el panorama de saudades y desolación, retomo la esperanza para rememorar que por las fechas imprecisas de noviembre del 2013, en las tierras defeñas tuvimos a un par de inspiraciones, que de pensarlas, resguardan una parte de la resistencia en mi sentir. Las charlas de personas que dan esperanza en la esfera academicoida, en particular, la frase del rifado Richard Levins hay que aprender a naufragar en los mares de la contradicción, así como las pláticas y datos refrescantes de Antonio Lafuente en su curso “La ciencia por amor”, donde se dio espacio y voz a formas de generar e influenciar al conocimiento que suelen conflictuar a La Ciencia, dos espacios concretos de inspiración luminosa (a modo de promesa, hilvanaré palabras de mayor profundidad sobre ambos para este espacio).

Transmitiendo sentimientos desde el bando académico, unos días más escéptica que otros, pero siempre con el ritmo y la tejedera de redes que me sacan sonrisas distintas, sobre todo cuando las preguntas de lxs estudiantes cimbran mi teoría y me hacen llegar con ganas a aventarles algún choro, so pretexto de que los planes de estudio nos permiten estar juntxs y compartiendo. ¿Qué otra cosa haría sino diera clases? Espero conservar la capacidad de improvisación y resistencia, el privilegio de la elección y sobre todo la guía espiritual del sentido común… No sé qué otra cosa sería en este momento, pero como hasta estos instantes, deseo ser y estar en cualquier cosa que me guste.

1 C, estudiante de primero de secundaria quien hace grandes preguntas, historietas, aviones de papel, musicales y de vez en cuando nos recita poesías (algunas de su autoría). También es muy docto en las matemáticas.

2 Tampoco romantizo-idealizo que no hay problemas sobre la práctica cotidiana, pero quiero dedicarle la sección a la manera en que la pregunta en cuestión ha trastocado mi sentir.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Ayotzi

A lo largo del mes, lxs chicxs con quienes tengo la fortuna y grata experiencia de compartir un par de clases nos dimos a la tarea de escribir cartas para las personas lastimadas por lo acontecido en ‪#‎Ayotzinapa‬. El ejercicio consitió en leer las noticias y después (quien quisiera mandar su carta) escribiera lo que esta afluencia de información les provocara; lxs remitentes podrían ser los chicos normalistas, sus familias, amigxs, parejas, una persona desaparecida a la cual echan de menos, la misma persona desaparecida o las personas que extrañan... Agradezco con todo mi corazón la colaboración de lxs estudiantes defeños, correspondientes a dos grupos de preparatoria y un grupo de universidad, quienes han iluminado y llenado mi vida en esta cosa tan compleja y desvalorada de la docencia.

Esperamos que nuestras palabras, nuestro amor y nuestra solidaridad logren una ligera dosis de confort en ustedes, desde este espacio geográfico les decimos con los puños en alto que su lucha queda en nuestra memoria, que a la distancia somos parte de una serie de tejidos que a través de la convivencia en la educación vislumbra un horizonte lleno de esperanzas.
Con todo el cariño, desde los terruños defeños.


CARTAS

lunes, 7 de julio de 2014

Carta a Eduardo Zepeda y su reiteración del eterno femenino, un caso de Campus Party, Zapopan.


#campusparty #misoginia #sexismo

El presente texto es una carta dirigida al ponente de la conferencia ¨
Hackeando al sexo femenino" del Campus Party 2014 (CPMX5).
 
Una grabación de ésta charla se encuentra en el link: https://www.youtube.com/watch?v=OJy3XtThOJc


 Tomo el atrevimiento de escribirte después de la distracción y revoloteo que me ha ocasionado ver tu conferencia en el reciente evento de Campus Party así como las noticias y sobre todo los comentarios alrededor de esta situación. Pensé la manera de insertarme en la necesaria discusión que tus polémicas palabras están desencadenando y me pareció más certero establecer un diálogo directo contigo, dado que al colocar tu información de contacto estás invitando a ello.
La intención de mi carta es expresarte mi sentir respecto al desacuerdo total que tu plática me ha despertado, como un reflejo lamentable de nuestro presente clasista, heteronormativo, misógino, sexista, cargado de prejuicios y estereotipos, donde la diversidad es un territorio desconocido. Así que inicio en un sentido cronológico de los aproximados cuarenta minutos que a mi parecer están plagados de una discriminación explícita que intentas rescatar con un paternalismo del tipo “claro que no todas, siempre hay excepciones”, “no busco ofender”, “sí te queda el saco, póntelo”.
Primero, tu referencia al “no TAN ético” (pero que para ti termina conservando cierto grado de ética) método para ligar de los “nacos-pusilánimes” entre los cuales haces una instanciación particular en albañiles y conductores de microbús. La manera satírica con la cual describes tú representación de una clase social es violenta y altamente discriminatoria. Condenas que únicamente estas personas nos tratan de esa manera, los llamas pusilánimes y nacos, y me pregunto ¿qué manera para referirse a la gente es esa? ¿Piensas que sólo ellos nos tratan así? ¿Los “otros hombres” no nos hostigan, no se pueden dirigir a nosotros con vulgaridades? ¿Los hombres de otros estratos sociales son “más finos”? ¿Has conocido a todos como para dar esta aseveración contundente? ¿Te parece que el vocabulario con el cual describes este entorno es apropiado, tanto para ellos como para el supuesto “abordaje” que tienen hacia nosotras?
Después, “les voy a decir qué es lo que les gusta a las mujeres”. ¿Somos un grupo de personas tan poco diverso que tu generalidad puede aplicarse a cada una de nosotras sin grados de falibilidad? ¿Tu analogía mecanicista del hackeo es una regla mágica que nos hace completamente equiparables con el software de una máquina? ¿Los grados de extrapolación que expresas son compatibles para todo? Vale la pena notar que la humanidad, para este caso en especial, las mujeres, somos un grupo diverso (distinciones de clase, historias de vida, edad, religiones, preferencia sexual, lugar que habitamos, formación que recibimos, etc.).
Es aquí que pasas al punto de discernir la “lógica femenina”, la cual fundamentas en que las mujeres tenemos un bajo autoestima y con una constantemente referencia al “objetivo ideal” de los hombres, enviándonos a la banca de la pasividad donde lo único necesario es esperar, bonitas, sonrientes, incomprensibles pero inteligentes, al hombre perfecto que hace todo lo posible por conquistarnos. ¿Acaso nosotras no podemos tomar ventaja y también acercarnos a ustedes? ¿Crees que ésta sea la única vía para encontrar pareja, una postura activa del hombre versus la mujer pasiva esperándolo? ¿En tu manera de pensar cabe que los hombres pueden gustarse y amarse entre ellos, que las mujeres pueden amarse y gustarse también entre nosotras? De ser así ¿aplica el mismo hackeo para estas últimas relaciones?
Me parece que tanto tu idea de las relaciones como del amor apela a las normas anticuadas heteropatriarcales y románticas donde sólo somos princesas esperando al príncipe que mate al dragón para rescatarnos del encierro. Para mí, el amor es una relación que se va construyendo, que pasa por etapas, negociaciones, buenos y malos ratos, pero en la cual siempre prevalece el respeto hacia el-la otrx; no sólo he amado a algunas de mis parejas, amo a mi familia, mis amigxs. Y sobre todo, el amor no es para siempre y el que se termine no es el fin del mundo, sino el reconocimiento de nuestro cambio a través de la vida. “Pégame, pero no me dejes” ¿has conocido a un grupo suficiente de mujeres para creer que todas somos masoquistas conscientes del maltrato? ¿Has pensado en la vulnerabilidad real que una mujer sufre cuando ha pasado por hechos de violencia a lo largo de su vida? Desacreditas a los amores pasajeros como convivencias que no valen la pena por el hecho de no ser “para siempre”, ¿qué algo sea eterno significa que es mejor? ¿No podemos darnos la oportunidad, cuando la hay, de convivir al máximo con una persona que por circunstancias externas no podremos volver a ver, eso demerita el encuentro? ¿Todo tiene que ser por el cliché de amor romántico o no será?
Si las actividades de los chicos son siempre chidas, “al final, ¿qué nos queda a las nenas?” ¿Aceptar por compasión a alguien por el simple hecho de habernos tratado bien? ¿Siempre, cuando alguien se porta chido con nosotras, el camino final es que terminaremos amándolo? ¿Se nos impide la posibilidad de negarnos y cuando lo hacemos es porque somos unas estiradas? Decir “no, gracias” es también una opción y eso no implica para nada que te esté violentando, despreciando o desvalorando, sino que tengo la franqueza para decirte que no me interesas y que todos tenemos que aprender a lidiar con el rechazo. Si alguien nos dice y si decimos que no es completamente válido. “Si ella no quiere, tomar medidas drásticas”, ¿enserio el ego es tan grande para no aceptar los no en la vida? ¿Es a la fuerza sólo porque se han portado bien con nosotras? ¿Te das cuenta de la violencia inconsciente que este comentario involucra?
No a todas nos gustan las flores, peluches ni todas morimos por comprar zapatos y ropa y quiénes gustan de ello están en todo su derecho (hombres y mujeres, porque he pasado ratos agradables con amigos o parejas hombres que disfrutan también de comprar ropa). ¿Los hombres no lloran o es un prejuicio social que implica debilidad? ¿Llorar es algo malo que sólo hacemos las mujeres? Además, Nos pueden gustar otras cosas, como los deportes, la lectura, la comida grasosa, la pornografía, emborracharnos, el sexo, tomar la iniciativa cuando alguien nos llama la atención, etc. Esta parte de tu charla me remontó a un episodio de la obra “El eterno femenino” de Rosario Castellanos. Me hubiera encantado que fueras el sarcasmo y la sátira de un lugar común del estereotipo de la mujer mexicana narrado en esta pieza de los años setenta, pero no, fuiste una charla seria y real de una conferencia en el 2014.
En particular, cuando haces un paréntesis para describir el acto sexual me parece desagradable y de pésimo gusto. Recurres a alegorías etológicas superficiales donde nosotras “gemimos como ratón al final” y “los cerdos se echan sobre la hembra después del acto”, como si la única manera de vivir nuestra sexualidad como humanxs fuera bioligicista y coitocéntrica, eclipsas el gran abanico de prácticas eróticas que dependiendo de cada gusto cada quien pueda elegir a un mero episodio hollywoodense.
La humanidad, no sólo nosotras, puede pasar por momentos de vulnerabilidad en los cuales no sepamos qué queremos. No es un determinante femenino que venga codificado de manera biológica en unas instrucciones para ser mujer que se desplieguen en el tiempo, el género es una construcción social y al mismo tiempo es un espacio histórico contingente de emergencia entre nuestro ser biológico y nuestro ser cultural. No comenzamos como una pequeña matrushka mujer y después sólo seguimos el camino de nuestro destino, esto es un proceso constructivo. Tampoco requerimos que alguien más asuma la gigantesca y apabullante responsabilidad de “hacernos felices”. Yo soy responsable de ello y que el convivir con ciertas personas me llene más de energía o de placer es una cosa distinta. No soy responsable de la felicidad de otras personas ni ellas de la mía, pero claro que el colectivo está involucrado en las emociones y la construcción de relaciones afectivas.
Un paseo por el vocabulario somero es un indicador de lo que realmente pensamos, frases como “será explicado de una manera más fácil de entender (hasta por las mujeres)” indica que por alguna razón que demerita nosotras no estamos comprendiendo; “saber cómo atacar”, ¿atacar, acaso se trata de una lucha de poder donde soy una presa en la pradera esperando a que me atrape como presa el macho alfa salvaje o del intento por construir una relación”?, ¿sólo nos gustan los machos alfa? ¿No nos puede gustar otro tipo de masculinidad no estereotipada? ¿La diversidad de hombres se ve cubierta por la etiqueta de macho alfa? ¿Todos quieren y tienen que ser machos alfa? ¿No nos pueden gustar mujeres? ¿Nos puede no gustar alguien? “Las mujeres (con autoestima alta), por su propia naturaleza se dan su taco y te minimizan y te hacen sentir más feo de lo normal” ¿tenemos una naturaleza femenina esencial que se dispara automáticamente cuando se nos acercan y siempre los tratamos con alevosía porque nos causa placer despreciarlos? ¿No es una cuestión de personalidad, independiente del género, el que alguien se haga o no interesante para la o el otrx?
Quiero pensar que el escenario donde hablaste es un lugar serio y profesional. Como tal hay que tomarse la molestia de respetar también a la gramática de las oraciones mostradas, como la acentuación y los signos de puntuación. También me agrada pensar en la posibilidad de que puedas asumir la responsabilidad de tus palabras, aunado al papel que los logos de CONACyT e INFOTEC en tus plantillas puedan asumir. En general tu discurso involucró un sentido de la ética que no comprendo en absoluto. Invitas a ser un macho alfa pero sin ser patán ¿qué implica esa frase? Honestamente tampoco la entiendo. Me retiro de mis extensas, posiblemente molestas, pero liberadoras palabras con la parte final de “Meditación en el Umbral” de Rosario Castellanos: Debe de haber otro modo de ser humano y libre. Otro modo de ser.

Atentamente,
Humana, mujer, estudiante, profesora, hija, hermana, amiga, utópica, izquierdista, feminista…

viernes, 20 de septiembre de 2013

Yo recuerdo


¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, sí como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.

Sor Juana Ines de la Cruz


Llevaba ya un lapso prolongado, complicándome respecto a cómo poder manifestar un par de memorias. He estado recordando, revisitando y memorizando diversas cosas; sobre todo en el paisaje de una turbulencia mundial que ha llegado para quedarse y que tal vez metamorfosee vertiginosa en estallidos locales. No me creo un archivo, tampoco es que posea una buena memoria; mi intención en este escrito, en mi vida, manifiesta el infortunio que produce saber y recordar, sin necesidad de remitirme a un pasado vetusto –que de ser incluido podría dibujar un horizonte más triste–. Disculpas por mi escritura trivial al refugiarme en lugares comunes y sobre todo al no tomar en cuenta crónicas bellas. Más bien expreso mi deseo de plasmar y materializar memorias, de conformar memorias colectivas. 
 
Tres fechas frescas, turbulentas y violentas para los mexicanos, 1DMx, 13SMx, 15SMx; la estadística en crecimiento de muertos, desaparecidos y desplazados desde la declaración a la lucha contra el narco; tener que acuñar el término feminicidio; vivir en un país con más de 50 millones de pobres; la fortuna de dos Carlos, Salinas y Slim; la pederastia de Mario Marín; la eliminación truculenta de la enseñanza de humanidades a nivel medio superior; nuestra lamentable reacción racista vía redes sociales ante las protestas (p.e. del CNTE); el cumplimiento injusto de la sentencia del profesor Patishtán… Y, lamentablemente, un etcétera.

Alguien a quien quiero mucho me sonsacó de manera agradable a la asistencia de un par de pláticas; así fue como la charla de Sandra Lorenzano ordenó y dio un trozo de sentido a mi afán punzante por recordar. Tal vez estas palabras no tengan que ver en un primer momento con la historia de la ciencia –el objetivo de este espacio–, sin embargo intuyo que mi obsesión por encontrar formas de manifestar memorias no es una pretensión separada de mi práctica, sino que al contrario, quiero que forme parte de nuestro mundo. 
 
No puedo ni es mi intensión repetir la maravillosa plática de Sandra; simplemente me tomo la libertad de parafrasear un poco de la inspiración que me dejó después de escucharla. Uno de los problemas que manifestó tenía que ver con las formas en las cuales podíamos revelar la memoria en lo cotidiano, después pluralizó a memorias, los plurales son importantes y regularmente incluyentes. Básicamente utilizó un par de ejemplos concretos de las maneras en que diversos artistas plasmaron las memorias del holocausto en Alemania, enfatizando la importancia de esta manera peculiar de recordar el horror. Desgraciadamente el tiempo no le alcanzó para llegar a su estudio caso sobre la dictadura en Argentina. 
 
No soy artista, pero a raíz de lo anterior fue que surgió un poco de alivio a mi obsesión, y pensé ¿de qué maneras podemos hacer evidentes las memorias (muchas veces incómodas) en lo cotidiano? Aquí es donde pienso insistir: en lo cotidiano, el lugar donde debemos buscar y luchar por alternativas para conformar diferentes memorias, de diversas maneras, en recuentos contados por muchas personas. Recordar en el desconsuelo del transcurrir diario de las cosas, donde la rutina ayuda a aparentar bienestares, donde padecemos de (algunas veces cínicas) evasiones, donde nos enfermamos de amnesias y sobre todo, donde hay un esfuerzo por lograr ocultamientos. La importancia de recordar las memorias está en crear un espacio de diálogo entre la sociedad y el arte (en el caso de Sandra), la ciencia (en mi caso); entre luchar por nuestra apatía presente y crear esfuerzos por conmemorar los pasados que nos dieron lugar. Las memorias tienen el poder de confrontar a la rutina, como una dinámica en la que cual es fácil evadir, al tiempo que hacen presentes los lugares incómodos por los cuales hemos transcurrido y que no debemos olvidar. 
 
Yo recuerdo, tú recuerdas, él recuerda, nosotros recordamos, ustedes recuerdan, ellos recuerdan… recordemos todos… La movilidad, de grabar y recordar de distintas maneras, convierte a las memorias en resistencia. 
 
En esta ocasión me estaba costando mucho trabajo contarles un episodio sobre historia de la ciencia, entre el abatimiento y recordatorio de las situaciones que nos rodean, contexto violento que sobresalta a mis relámpagos de inspiración. No puedo simplemente escribir mi tesis así como tampoco puedo ir sólo a trabajar, no puedo despertar aparentando que nada ocurre. Antes tengo que recordar y tratar de que mi sentir sacuda un par de recuerdos en otros. 
 
Esto trastoca mi práctica al tratar de narrar un trozo de la historia de la ciencia, acepto mi exageración respecto a que todo tiene que ver con todo en nuestro devenir. Leí un poco, creo que aprendí otro tanto e intento hacer un pedacito de historia de la biología, particularmente sobre la procedencia del concepto epigenética, sobre el cual seguro les contaré algo próximamente. Pero habría sido imposible llegar a este proyecto sin recorrer un poco de la historia de esta práctica científica, lo que me hizo sospechar sobre un par de cosas que se dicen al respecto de lo que hago. Así nació mi desconfianza sobre la forma en la que se alude y recuerda la influencia de ciertas fuentes bibliográficas en la biología contemporánea. Intento que mi lectura de otras fuentes se concrete en memorias sobre un pequeño fragmento de un pasado biológico empolvado. Tal vez esto refresque ciertas discusiones, tal vez abra algunas otras o tal vez no sirva para nada y vuelva a formar parte del trasfondo, pero mi esfuerzo estuvo en dar unos minutos de voz a unas cuantas bibliografías arrinconadas. Vale decir que por un momento no se olvidaron. 
 
Este agrado por las memorias se aparta del acto flagelante de no dejar ir las situaciones, a la parálisis de la aprehensión y sobre todo de la posible victimización que pueda acompañar al recuerdo. Más bien, invito a que hagamos el esfuerzo por juntar memorias (buenas y malas, disculpas por polarizarme en estas últimas); memorias que hicieron posible nuestro presente, las cuales forman parte indiscutible de muchas historias. Es momento de contar, destapar, desempolvar, revisitar, de revivir en vida. 
 
Finalizo esta proposición, recordando el agradecimiento hacia mi querido Fer, quien confió en mí al invitarme a formar parte de este proyecto y darme la gran responsabilidad de escribir en un espacio con el cual tengo la ilusión de llegar a un par de personas.

domingo, 5 de mayo de 2013

Breve comentario sobre la historia de la ciencia


Breve comentario sobre la historia de la ciencia


La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa […] no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió. 
 
Jorge Luis Borges

Conocí a la historia de la ciencia en un texto que creo hasta la fecha no termino de entender muy bien, “El objeto de la historia de las ciencias” del francés George Canguilhem, por ahí del 2007. No tuve mucha idea de qué implicaban los estudios de esta disciplina, es más, no sabía siquiera que existía una disciplina así nombrada, sólo supe que comenzaba a gustarme. En fin, el camino de este no saber me llevó a la intriga, la intriga a la confusión y la confusión al encanto. Bueno, no hablaré de la confusión-conmoción que las lecturas de ese artículo me hicieron pasar, sino más bien, trataré de hacer una resumida justicia para presentarles un par de ideas sobre el quehacer de la historia de la ciencia. 
 
Busco en estas breves líneas dar a conocer una idea bastante general de qué es la historia de la ciencia, para después ampliar la percepción de la clásica imagen científica al entrelazarla con su dependencia de los contextos político, económico y social, espacios de los cuales se había creído aislada o básicamente no influenciada. 
 
Entre otras cosas y como un asunto desmitificador, la historia de la ciencia ha logrado hacer evidente que aquellxs que se dedican a la ciencia, no permanecen en ningún caso aislados en sus laboratorios, no se encuentran en el camino hacia el progreso y que la generación de conocimiento es una práctica dependiente de contexto, es decir, las ideas no son ocurrencias que surgen espontáneamente de las cabezas de individuos particulares. 
 
El conocimiento, manifestado en ideas, inventos, teorías, etc., nace en un tiempo y espacio específicos, los cuales a su vez cuentan con características particulares – el siglo XVIII, el romanticismo alemán, el porfiriato, por mencionar algunos – y refleja de qué manera es influenciado por el género de quien escribe, su condición económica, su pertenencia a cierta institución, las personas con las que se comunica, las obras literarias pasadas y del momento, si se escribe en momentos de opresión o guerra. Por otro lado, el conocimiento puede manejarse como un artilugio destinado a mejorar la imagen de un grupo profesional o inclusive de una nación entera. Aquí, el conocimiento de la historia nos legitima como ciudadanos para pedir que los practicantes de ciencia acepten las consecuencias de sus investigaciones o que intenten guiar sus trabajos de manera que beneficien el entorno en el que los desarrollan.

Así, las personas que no se ha encontrado antes con la historia de la ciencia – yo llevo tan sólo un par de años de conocerla y me hice preguntas semejantes –, con frecuencia expresan sorpresa sobre la existencia un tema llamado “historia de la ciencia”. Como ejemplo se plantean las cuestiones siguientes: “¿Es un tipo de historia o un tipo de ciencia?”; “¿Los historiadores de la ciencia trabajan en una biblioteca o en un laboratorio”?; “¿Por qué a alguien le gustaría estudiar ciencia pasada de moda?”i
 
El hecho de que ambos temas se encuentren –o regularmente se piensen– separados en las instituciones parece en principio colocarlos como antagónicos. Sin embargo, la cuestión de preguntarse e investigar sobre el pasado no únicamente es terreno del estudio histórico, sino que también comprenden con la práctica de la ciencia misma. Aunque la perspectiva respecto a que la ciencia apuntala hacia el futuro es fuerte, los científicos se tienen que comprometer durante sus prácticas en la interpretación de su pasado, aunque no de la misma manera como lo hacen los historiadores. Los científicos apropian constantemente de los trabajos de sus predecesores, dirigiendo sus proyectos en relación a ellos; celebran periódicamente el trabajo de los que ellos consolidan o consideran como los héroes y/o fundadores de distintas disciplinas científicas.ii
 
Con lo anterior, la historia de la ciencia ha tenido que luchar para liberarse de ser interpretada por una visión científica de su pasado, sobre todo por sus raíces, las cuales se dirigen a la Ilustración europea en el siglo XVIII, cuando la tarea de narrar las historias se llevaba a cabo por los filósofos naturales –los científicos antiguos–, donde escribían y mostraban historias en las cuales los descubrimientos de su época fueron presentados como la culminación de un proceso largo de avance en el conocimiento de la civilización. 
 
El ejemplo de la práctica anterior encadena a la práctica científica con una manera particular de historia: una que se dirige constantemente hacia el progreso, mostrando a la ciencia del XVIII como el resultado innegable de la acumulación de conocimiento humano, parte integral también del desarrollo moral y cultural, es así que se inicia la demanda por un tipo particular de narrativa histórica que rinda cuentas sobre estos sucesos.

Entonces, ¿qué se exige a quienes hacemos (o estamos en el camino para hacer) historia? El papel de la historia en el mundo contemporáneo – pese al gran desprestigio de las humanidades por su falsa pugna frente a las ciencias duras – ha guiado en los últimos años diversas discusiones. Ya que se asume que la comprensión del pasado tiene un valor intrínseco, y que hay otras formas de interpretarlo diferentes a la mirada científica, el siguiente paso está en preguntarnos cómo podrían contribuir las historias a comprender mejor el presente.

Mantener la vieja idea sobre el aislamiento de la ciencia con respecto a su entorno resulta cada vez más inútil, de una manera trivial y básica, los científicos son personas que reciben un salario. Este tipo de aproximaciones históricas y sociológicas a la ciencia no buscan negar su utilidad, sino resignificarla a raíz de su importancia y papel en la sociedad, darle un el lugar que se merece más allá de la visión tradicional que se tiene sobre ella. El conocimiento se ha creado, intercambiado y circulado en los escenarios y espacios más variados y la ciencia ha mantenido en muchas ocasiones una relación muy imbricada con el poder. La ciencia de la mano con el poder y la política son un tema de estudio a veces controversial, que denota las desigualdades en la distribución de la riqueza y las relaciones del conocimiento con la verdad y con los intereses
 
Actualmente casi cualquier cosa se dice en nombre de la ciencia y nos movemos entre el escepticismo de algunos envueltos en la historia; pese a que la elaboración de historias en el presente se ve dificultada por nuestra cercanía emocional con lo analizado, en este involucramiento debemos tratar de reconocer patrones, buscar continuidades, no soslayar el contexto, enfatizar la complejidad del desarrollo científico y distinguir qué fenómenos responden a motivos políticos y cuáles son resultado de fuerzas sociales y culturales. La historia nos permite, o por lo menos intenta, advertir de que nada es casual, aunque sí contingente, lo que a su vez nos abre la posibilidad de actuar conscientemente sobre nuestro presente.iii  

La ciencia se relaciona de manera compleja con la política y la economía, dejando de lado la visión idílica según la cual la ciencia sólo se ha visto corrompida por la política y por el dinero desde sus inicios ilustrados. No todo el conocimiento es válido de igual forma y los procesos de generación de este siempre se relacionan y tienen consecuencias para la sociedad; esto deja la responsabilidad y la conciencia académica en la construcción de un espacio entre saber y compromiso, de tratar de crear un puente de comunicación retroalimentativo entre la historia de la ciencia y su objeto de estudio, las prácticas científicas.

i Golinski, Jan. “Producción de Conocimiento Natural” (2003).

ii Abir-Am, Pnina G. “The Politics of Macromolecules: Molecular Biologists, Biochemists, and Rhetoric.” Osiris 7 (1992): 164–191.

iii Pestre, Dominique. “Thirty Years of Science Studies: Knowledge, Society and the Political.” History and Technology 20, no. 4 (2004): 351–369.