¿Qué
loca ambición nos lleva
de
nosotros olvidados?
Si
es para vivir tan poco,
¿de
qué sirve saber tanto?
¡Oh,
sí como hay de saber,
hubiera
algún seminario
o
escuela donde a ignorar
se
enseñaran los trabajos!
¡Qué
felizmente viviera
el
que, flojamente cauto,
burlara
las amenazas
del
influjo de los astros!
Aprendamos
a ignorar,
pensamiento,
pues hallamos
que
cuanto añado al discurso,
tanto
le usurpo a los años.
Sor
Juana Ines de la Cruz
Llevaba
ya un lapso prolongado, complicándome respecto a cómo poder
manifestar un par de memorias. He estado recordando, revisitando y
memorizando diversas cosas; sobre todo en el paisaje de una
turbulencia mundial que ha llegado para quedarse y que tal vez
metamorfosee vertiginosa en estallidos locales. No me creo un
archivo, tampoco es que posea una buena memoria; mi intención en
este escrito, en mi vida, manifiesta el infortunio que produce saber
y recordar, sin necesidad de remitirme a un pasado vetusto –que de
ser incluido podría dibujar un horizonte más triste–. Disculpas
por mi escritura trivial al refugiarme en lugares comunes y sobre
todo al no tomar en cuenta crónicas bellas. Más bien expreso mi
deseo de plasmar y materializar memorias, de conformar memorias
colectivas.
Tres fechas
frescas, turbulentas y violentas para los mexicanos, 1DMx, 13SMx,
15SMx; la estadística en crecimiento de muertos, desaparecidos y
desplazados desde la declaración a la lucha contra el narco; tener
que acuñar el término feminicidio; vivir en un país con más de 50
millones de pobres; la fortuna de dos Carlos, Salinas y Slim; la
pederastia de Mario Marín; la eliminación truculenta de la
enseñanza de humanidades a nivel medio superior; nuestra lamentable
reacción racista vía redes sociales ante las protestas (p.e. del
CNTE); el cumplimiento injusto de la sentencia del profesor
Patishtán… Y, lamentablemente, un etcétera.
Alguien
a quien quiero mucho me sonsacó de manera agradable a la asistencia
de un par de pláticas; así fue como la charla de Sandra Lorenzano
ordenó y dio un trozo de sentido a mi afán punzante por recordar.
Tal vez estas palabras no tengan que ver en un primer momento con la
historia de la ciencia –el objetivo de este espacio–, sin embargo
intuyo que mi obsesión por encontrar formas de manifestar memorias
no es una pretensión separada de mi práctica, sino que al
contrario, quiero que forme parte de nuestro mundo.
No
puedo ni es mi intensión repetir la maravillosa plática de Sandra;
simplemente me tomo la libertad de parafrasear un poco de la
inspiración que me dejó después de escucharla. Uno de los
problemas que manifestó tenía que ver con las formas en las cuales
podíamos revelar la memoria en lo cotidiano, después pluralizó a
memorias, los plurales son importantes y regularmente incluyentes.
Básicamente utilizó un par de ejemplos concretos de las maneras en
que diversos artistas plasmaron las memorias del holocausto en
Alemania, enfatizando la importancia de esta manera peculiar de
recordar el horror. Desgraciadamente el tiempo no le alcanzó para
llegar a su estudio caso sobre la dictadura en Argentina.
No
soy artista, pero a raíz de lo anterior fue que surgió un poco de
alivio a mi obsesión, y pensé ¿de qué maneras podemos hacer
evidentes las memorias (muchas veces incómodas) en lo cotidiano?
Aquí es donde pienso insistir: en lo cotidiano, el lugar donde
debemos buscar y luchar por alternativas para conformar diferentes
memorias, de diversas maneras, en recuentos contados por muchas
personas. Recordar en el desconsuelo del transcurrir diario de las
cosas, donde la rutina ayuda a aparentar bienestares, donde padecemos
de (algunas veces cínicas) evasiones, donde nos enfermamos de
amnesias y sobre todo, donde hay un esfuerzo por lograr
ocultamientos. La importancia de recordar las memorias está en crear
un espacio de diálogo entre la sociedad y el arte (en el caso de
Sandra), la ciencia (en mi caso); entre luchar por nuestra apatía
presente y crear esfuerzos por conmemorar los pasados que nos dieron
lugar. Las memorias tienen el poder de confrontar a la rutina, como
una dinámica en la que cual es fácil evadir, al tiempo que hacen
presentes los lugares incómodos por los cuales hemos transcurrido y
que no debemos olvidar.
Yo recuerdo, tú
recuerdas, él recuerda, nosotros recordamos, ustedes recuerdan,
ellos recuerdan… recordemos todos… La movilidad, de grabar y
recordar de distintas maneras, convierte a las memorias en
resistencia.
En
esta ocasión me estaba costando mucho trabajo contarles un episodio
sobre historia de la ciencia, entre el abatimiento y recordatorio de
las situaciones que nos rodean, contexto violento que sobresalta a
mis relámpagos de inspiración. No puedo simplemente escribir mi
tesis así como tampoco puedo ir sólo a trabajar, no puedo despertar
aparentando que nada ocurre. Antes tengo que recordar y tratar de que
mi sentir sacuda un par de recuerdos en otros.
Esto trastoca mi
práctica al tratar de narrar un trozo de la historia de la ciencia,
acepto mi exageración respecto a que todo tiene que ver con todo en
nuestro devenir. Leí un poco, creo que aprendí otro tanto e intento
hacer un pedacito de historia de la biología, particularmente sobre
la procedencia del concepto epigenética, sobre el cual seguro les
contaré algo próximamente. Pero habría sido imposible llegar a
este proyecto sin recorrer un poco de la historia de esta práctica
científica, lo que me hizo sospechar sobre un par de cosas que se
dicen al respecto de lo que hago. Así nació mi desconfianza sobre
la forma en la que se alude y recuerda la influencia de ciertas
fuentes bibliográficas en la biología contemporánea. Intento que
mi lectura de otras fuentes se concrete en memorias sobre un pequeño
fragmento de un pasado biológico empolvado. Tal vez esto refresque
ciertas discusiones, tal vez abra algunas otras o tal vez no sirva
para nada y vuelva a formar parte del trasfondo, pero mi esfuerzo
estuvo en dar unos minutos de voz a unas cuantas bibliografías
arrinconadas. Vale decir que por un momento no se olvidaron.
Este
agrado por las memorias se aparta del acto flagelante de no dejar ir
las situaciones, a la parálisis de la aprehensión y sobre todo de
la posible victimización que pueda acompañar al recuerdo. Más
bien, invito a que hagamos el esfuerzo por juntar memorias (buenas y
malas, disculpas por polarizarme en estas últimas); memorias que
hicieron posible nuestro presente, las cuales forman parte
indiscutible de muchas historias. Es momento de contar, destapar,
desempolvar, revisitar, de revivir en vida.
Finalizo
esta proposición, recordando el agradecimiento hacia mi querido Fer,
quien confió en mí al invitarme a formar parte de este proyecto y
darme la gran responsabilidad de escribir en un espacio con el cual
tengo la ilusión de llegar a un par de personas.