viernes, 22 de mayo de 2015

Cómodos cuestionamientos


De manera regular, algunx estudiante estalla con preguntas a las cuales me encantaría dedicarles buena parte del día, sentadxs bajo tantos árboles a quien nadie hace caso –tal vez recolectar unas moras que pasan desapercibidas aplastadas por nuestros pies que siempre van a prisa–. Y de la nada, mientras estábamos en un discurso sobre el choro y la contradicción del desarrollo sustentable, su pregunta se hizo presente: Oye Xóchitl, si no dieras clases, ¿a qué otra cosa te hubiera gustado dedicarte?1 Justo hoy, la pregunta se hizo presente por segunda ocasión –evidenciando que estoy en blanco para responderle–. Entonces, heme aquí dándole vueltas a la profundidad del cuestionamiento en mi existencia.

¿A qué me dedicaría en otros mundos posibles? Ni idea. Lo sigo pensando. Había probado la onda de las clases de manera emergente, amateur y como un modo de compartir el tiempo y discusiones con las personas. Gradualmente noté que todo fluía y terminé por toparme con esas cosas a las que llaman “vocación”. Todo entró en pausa por dedicación a otras cuestiones academicoidas, algunas abstractas e inentendibles, otras pequeñas pero muy valiosas (las cuales guardo en mi corazón con mucha alegría) y la mayor parte, como casi todo lo aprendido por mí, en la amnesia rotunda.

En fin, aceptando con gusto que a diario me hago más facha, amante del de-constructivismo, la deseducación, la improvisación, la autocomplacencia, entusiasta de la danza y la cocina... Pero metiéndole jugo y desvelos a hilvanar buenos ratos con lxs estudiantes, a quienes agradezco cada momento práctico que manda demonio el enajenamiento en el limitante, opresor y sobre todo, adoctrinante mundo de las ideas.2

Pese a la tristeza de nuestro sistema educativo, la chafez y popularidad de las peroratas cada día más obligatorias sobre desarrollo, progreso, líderes, emprendedorxs, éxito… a las categorías que refuerzan ver y explotar al mundo en la analepsis del consumo devastador y la falsa felicidad acumulativa. A la mutilación del estudiantado en fragmentos y competencias, donde deshumanizar es la regla, el fin justifica los medios. No importa cómo sean conducidxs a los lugares comunes del triunfo, las cifras sólo quieren nutrirse y mostrar estadísticas productivas, acreditación de exámenes, pagos por eventos, es decir, grados y papeles que sustentan nuestra supuesta eficiencia.

Aunque las condiciones capitalistas tecnócratas de mierda hagan de la docencia una instanciación neo-esclavista de entre (muchísimas) cuestiones laborales, en las cuales somos desechables, firmando seudo-contratos bajo convenios humillantes, que en cada paso y negación de derechos laborales te recuerdan cómo no importamos de las formas más diversas y cínicas; todo y más sumado a la necesidad melancólica y contradictoria que se mezcla en las fechas de pago. Lxs monstruxs nos escupen en la cara, se mantienen y regodean en el exceso, pisoteando nuestra dignidad, exigiendo vertical y unilateralmente, declarando su posición de autoridad bajo los absurdos más increíbles. ¿Por qué la ilusión me ayuda a resistir en estos campos donde la educación es uno entre tantos grandes negocios?

Porque entre todo el panorama de saudades y desolación, retomo la esperanza para rememorar que por las fechas imprecisas de noviembre del 2013, en las tierras defeñas tuvimos a un par de inspiraciones, que de pensarlas, resguardan una parte de la resistencia en mi sentir. Las charlas de personas que dan esperanza en la esfera academicoida, en particular, la frase del rifado Richard Levins hay que aprender a naufragar en los mares de la contradicción, así como las pláticas y datos refrescantes de Antonio Lafuente en su curso “La ciencia por amor”, donde se dio espacio y voz a formas de generar e influenciar al conocimiento que suelen conflictuar a La Ciencia, dos espacios concretos de inspiración luminosa (a modo de promesa, hilvanaré palabras de mayor profundidad sobre ambos para este espacio).

Transmitiendo sentimientos desde el bando académico, unos días más escéptica que otros, pero siempre con el ritmo y la tejedera de redes que me sacan sonrisas distintas, sobre todo cuando las preguntas de lxs estudiantes cimbran mi teoría y me hacen llegar con ganas a aventarles algún choro, so pretexto de que los planes de estudio nos permiten estar juntxs y compartiendo. ¿Qué otra cosa haría sino diera clases? Espero conservar la capacidad de improvisación y resistencia, el privilegio de la elección y sobre todo la guía espiritual del sentido común… No sé qué otra cosa sería en este momento, pero como hasta estos instantes, deseo ser y estar en cualquier cosa que me guste.

1 C, estudiante de primero de secundaria quien hace grandes preguntas, historietas, aviones de papel, musicales y de vez en cuando nos recita poesías (algunas de su autoría). También es muy docto en las matemáticas.

2 Tampoco romantizo-idealizo que no hay problemas sobre la práctica cotidiana, pero quiero dedicarle la sección a la manera en que la pregunta en cuestión ha trastocado mi sentir.