domingo, 5 de mayo de 2013

Breve comentario sobre la historia de la ciencia


Breve comentario sobre la historia de la ciencia


La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa […] no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió. 
 
Jorge Luis Borges

Conocí a la historia de la ciencia en un texto que creo hasta la fecha no termino de entender muy bien, “El objeto de la historia de las ciencias” del francés George Canguilhem, por ahí del 2007. No tuve mucha idea de qué implicaban los estudios de esta disciplina, es más, no sabía siquiera que existía una disciplina así nombrada, sólo supe que comenzaba a gustarme. En fin, el camino de este no saber me llevó a la intriga, la intriga a la confusión y la confusión al encanto. Bueno, no hablaré de la confusión-conmoción que las lecturas de ese artículo me hicieron pasar, sino más bien, trataré de hacer una resumida justicia para presentarles un par de ideas sobre el quehacer de la historia de la ciencia. 
 
Busco en estas breves líneas dar a conocer una idea bastante general de qué es la historia de la ciencia, para después ampliar la percepción de la clásica imagen científica al entrelazarla con su dependencia de los contextos político, económico y social, espacios de los cuales se había creído aislada o básicamente no influenciada. 
 
Entre otras cosas y como un asunto desmitificador, la historia de la ciencia ha logrado hacer evidente que aquellxs que se dedican a la ciencia, no permanecen en ningún caso aislados en sus laboratorios, no se encuentran en el camino hacia el progreso y que la generación de conocimiento es una práctica dependiente de contexto, es decir, las ideas no son ocurrencias que surgen espontáneamente de las cabezas de individuos particulares. 
 
El conocimiento, manifestado en ideas, inventos, teorías, etc., nace en un tiempo y espacio específicos, los cuales a su vez cuentan con características particulares – el siglo XVIII, el romanticismo alemán, el porfiriato, por mencionar algunos – y refleja de qué manera es influenciado por el género de quien escribe, su condición económica, su pertenencia a cierta institución, las personas con las que se comunica, las obras literarias pasadas y del momento, si se escribe en momentos de opresión o guerra. Por otro lado, el conocimiento puede manejarse como un artilugio destinado a mejorar la imagen de un grupo profesional o inclusive de una nación entera. Aquí, el conocimiento de la historia nos legitima como ciudadanos para pedir que los practicantes de ciencia acepten las consecuencias de sus investigaciones o que intenten guiar sus trabajos de manera que beneficien el entorno en el que los desarrollan.

Así, las personas que no se ha encontrado antes con la historia de la ciencia – yo llevo tan sólo un par de años de conocerla y me hice preguntas semejantes –, con frecuencia expresan sorpresa sobre la existencia un tema llamado “historia de la ciencia”. Como ejemplo se plantean las cuestiones siguientes: “¿Es un tipo de historia o un tipo de ciencia?”; “¿Los historiadores de la ciencia trabajan en una biblioteca o en un laboratorio”?; “¿Por qué a alguien le gustaría estudiar ciencia pasada de moda?”i
 
El hecho de que ambos temas se encuentren –o regularmente se piensen– separados en las instituciones parece en principio colocarlos como antagónicos. Sin embargo, la cuestión de preguntarse e investigar sobre el pasado no únicamente es terreno del estudio histórico, sino que también comprenden con la práctica de la ciencia misma. Aunque la perspectiva respecto a que la ciencia apuntala hacia el futuro es fuerte, los científicos se tienen que comprometer durante sus prácticas en la interpretación de su pasado, aunque no de la misma manera como lo hacen los historiadores. Los científicos apropian constantemente de los trabajos de sus predecesores, dirigiendo sus proyectos en relación a ellos; celebran periódicamente el trabajo de los que ellos consolidan o consideran como los héroes y/o fundadores de distintas disciplinas científicas.ii
 
Con lo anterior, la historia de la ciencia ha tenido que luchar para liberarse de ser interpretada por una visión científica de su pasado, sobre todo por sus raíces, las cuales se dirigen a la Ilustración europea en el siglo XVIII, cuando la tarea de narrar las historias se llevaba a cabo por los filósofos naturales –los científicos antiguos–, donde escribían y mostraban historias en las cuales los descubrimientos de su época fueron presentados como la culminación de un proceso largo de avance en el conocimiento de la civilización. 
 
El ejemplo de la práctica anterior encadena a la práctica científica con una manera particular de historia: una que se dirige constantemente hacia el progreso, mostrando a la ciencia del XVIII como el resultado innegable de la acumulación de conocimiento humano, parte integral también del desarrollo moral y cultural, es así que se inicia la demanda por un tipo particular de narrativa histórica que rinda cuentas sobre estos sucesos.

Entonces, ¿qué se exige a quienes hacemos (o estamos en el camino para hacer) historia? El papel de la historia en el mundo contemporáneo – pese al gran desprestigio de las humanidades por su falsa pugna frente a las ciencias duras – ha guiado en los últimos años diversas discusiones. Ya que se asume que la comprensión del pasado tiene un valor intrínseco, y que hay otras formas de interpretarlo diferentes a la mirada científica, el siguiente paso está en preguntarnos cómo podrían contribuir las historias a comprender mejor el presente.

Mantener la vieja idea sobre el aislamiento de la ciencia con respecto a su entorno resulta cada vez más inútil, de una manera trivial y básica, los científicos son personas que reciben un salario. Este tipo de aproximaciones históricas y sociológicas a la ciencia no buscan negar su utilidad, sino resignificarla a raíz de su importancia y papel en la sociedad, darle un el lugar que se merece más allá de la visión tradicional que se tiene sobre ella. El conocimiento se ha creado, intercambiado y circulado en los escenarios y espacios más variados y la ciencia ha mantenido en muchas ocasiones una relación muy imbricada con el poder. La ciencia de la mano con el poder y la política son un tema de estudio a veces controversial, que denota las desigualdades en la distribución de la riqueza y las relaciones del conocimiento con la verdad y con los intereses
 
Actualmente casi cualquier cosa se dice en nombre de la ciencia y nos movemos entre el escepticismo de algunos envueltos en la historia; pese a que la elaboración de historias en el presente se ve dificultada por nuestra cercanía emocional con lo analizado, en este involucramiento debemos tratar de reconocer patrones, buscar continuidades, no soslayar el contexto, enfatizar la complejidad del desarrollo científico y distinguir qué fenómenos responden a motivos políticos y cuáles son resultado de fuerzas sociales y culturales. La historia nos permite, o por lo menos intenta, advertir de que nada es casual, aunque sí contingente, lo que a su vez nos abre la posibilidad de actuar conscientemente sobre nuestro presente.iii  

La ciencia se relaciona de manera compleja con la política y la economía, dejando de lado la visión idílica según la cual la ciencia sólo se ha visto corrompida por la política y por el dinero desde sus inicios ilustrados. No todo el conocimiento es válido de igual forma y los procesos de generación de este siempre se relacionan y tienen consecuencias para la sociedad; esto deja la responsabilidad y la conciencia académica en la construcción de un espacio entre saber y compromiso, de tratar de crear un puente de comunicación retroalimentativo entre la historia de la ciencia y su objeto de estudio, las prácticas científicas.

i Golinski, Jan. “Producción de Conocimiento Natural” (2003).

ii Abir-Am, Pnina G. “The Politics of Macromolecules: Molecular Biologists, Biochemists, and Rhetoric.” Osiris 7 (1992): 164–191.

iii Pestre, Dominique. “Thirty Years of Science Studies: Knowledge, Society and the Political.” History and Technology 20, no. 4 (2004): 351–369.