viernes, 20 de septiembre de 2013

Yo recuerdo


¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, sí como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.

Sor Juana Ines de la Cruz


Llevaba ya un lapso prolongado, complicándome respecto a cómo poder manifestar un par de memorias. He estado recordando, revisitando y memorizando diversas cosas; sobre todo en el paisaje de una turbulencia mundial que ha llegado para quedarse y que tal vez metamorfosee vertiginosa en estallidos locales. No me creo un archivo, tampoco es que posea una buena memoria; mi intención en este escrito, en mi vida, manifiesta el infortunio que produce saber y recordar, sin necesidad de remitirme a un pasado vetusto –que de ser incluido podría dibujar un horizonte más triste–. Disculpas por mi escritura trivial al refugiarme en lugares comunes y sobre todo al no tomar en cuenta crónicas bellas. Más bien expreso mi deseo de plasmar y materializar memorias, de conformar memorias colectivas. 
 
Tres fechas frescas, turbulentas y violentas para los mexicanos, 1DMx, 13SMx, 15SMx; la estadística en crecimiento de muertos, desaparecidos y desplazados desde la declaración a la lucha contra el narco; tener que acuñar el término feminicidio; vivir en un país con más de 50 millones de pobres; la fortuna de dos Carlos, Salinas y Slim; la pederastia de Mario Marín; la eliminación truculenta de la enseñanza de humanidades a nivel medio superior; nuestra lamentable reacción racista vía redes sociales ante las protestas (p.e. del CNTE); el cumplimiento injusto de la sentencia del profesor Patishtán… Y, lamentablemente, un etcétera.

Alguien a quien quiero mucho me sonsacó de manera agradable a la asistencia de un par de pláticas; así fue como la charla de Sandra Lorenzano ordenó y dio un trozo de sentido a mi afán punzante por recordar. Tal vez estas palabras no tengan que ver en un primer momento con la historia de la ciencia –el objetivo de este espacio–, sin embargo intuyo que mi obsesión por encontrar formas de manifestar memorias no es una pretensión separada de mi práctica, sino que al contrario, quiero que forme parte de nuestro mundo. 
 
No puedo ni es mi intensión repetir la maravillosa plática de Sandra; simplemente me tomo la libertad de parafrasear un poco de la inspiración que me dejó después de escucharla. Uno de los problemas que manifestó tenía que ver con las formas en las cuales podíamos revelar la memoria en lo cotidiano, después pluralizó a memorias, los plurales son importantes y regularmente incluyentes. Básicamente utilizó un par de ejemplos concretos de las maneras en que diversos artistas plasmaron las memorias del holocausto en Alemania, enfatizando la importancia de esta manera peculiar de recordar el horror. Desgraciadamente el tiempo no le alcanzó para llegar a su estudio caso sobre la dictadura en Argentina. 
 
No soy artista, pero a raíz de lo anterior fue que surgió un poco de alivio a mi obsesión, y pensé ¿de qué maneras podemos hacer evidentes las memorias (muchas veces incómodas) en lo cotidiano? Aquí es donde pienso insistir: en lo cotidiano, el lugar donde debemos buscar y luchar por alternativas para conformar diferentes memorias, de diversas maneras, en recuentos contados por muchas personas. Recordar en el desconsuelo del transcurrir diario de las cosas, donde la rutina ayuda a aparentar bienestares, donde padecemos de (algunas veces cínicas) evasiones, donde nos enfermamos de amnesias y sobre todo, donde hay un esfuerzo por lograr ocultamientos. La importancia de recordar las memorias está en crear un espacio de diálogo entre la sociedad y el arte (en el caso de Sandra), la ciencia (en mi caso); entre luchar por nuestra apatía presente y crear esfuerzos por conmemorar los pasados que nos dieron lugar. Las memorias tienen el poder de confrontar a la rutina, como una dinámica en la que cual es fácil evadir, al tiempo que hacen presentes los lugares incómodos por los cuales hemos transcurrido y que no debemos olvidar. 
 
Yo recuerdo, tú recuerdas, él recuerda, nosotros recordamos, ustedes recuerdan, ellos recuerdan… recordemos todos… La movilidad, de grabar y recordar de distintas maneras, convierte a las memorias en resistencia. 
 
En esta ocasión me estaba costando mucho trabajo contarles un episodio sobre historia de la ciencia, entre el abatimiento y recordatorio de las situaciones que nos rodean, contexto violento que sobresalta a mis relámpagos de inspiración. No puedo simplemente escribir mi tesis así como tampoco puedo ir sólo a trabajar, no puedo despertar aparentando que nada ocurre. Antes tengo que recordar y tratar de que mi sentir sacuda un par de recuerdos en otros. 
 
Esto trastoca mi práctica al tratar de narrar un trozo de la historia de la ciencia, acepto mi exageración respecto a que todo tiene que ver con todo en nuestro devenir. Leí un poco, creo que aprendí otro tanto e intento hacer un pedacito de historia de la biología, particularmente sobre la procedencia del concepto epigenética, sobre el cual seguro les contaré algo próximamente. Pero habría sido imposible llegar a este proyecto sin recorrer un poco de la historia de esta práctica científica, lo que me hizo sospechar sobre un par de cosas que se dicen al respecto de lo que hago. Así nació mi desconfianza sobre la forma en la que se alude y recuerda la influencia de ciertas fuentes bibliográficas en la biología contemporánea. Intento que mi lectura de otras fuentes se concrete en memorias sobre un pequeño fragmento de un pasado biológico empolvado. Tal vez esto refresque ciertas discusiones, tal vez abra algunas otras o tal vez no sirva para nada y vuelva a formar parte del trasfondo, pero mi esfuerzo estuvo en dar unos minutos de voz a unas cuantas bibliografías arrinconadas. Vale decir que por un momento no se olvidaron. 
 
Este agrado por las memorias se aparta del acto flagelante de no dejar ir las situaciones, a la parálisis de la aprehensión y sobre todo de la posible victimización que pueda acompañar al recuerdo. Más bien, invito a que hagamos el esfuerzo por juntar memorias (buenas y malas, disculpas por polarizarme en estas últimas); memorias que hicieron posible nuestro presente, las cuales forman parte indiscutible de muchas historias. Es momento de contar, destapar, desempolvar, revisitar, de revivir en vida. 
 
Finalizo esta proposición, recordando el agradecimiento hacia mi querido Fer, quien confió en mí al invitarme a formar parte de este proyecto y darme la gran responsabilidad de escribir en un espacio con el cual tengo la ilusión de llegar a un par de personas.